sábado, 29 de octubre de 2011

TÚ SERÁS MI TRADUCTOR

Como este curso estoy de apoyo paso por todas las clases, y exceptuando el que fue mi grupo y algunos niños del grupo paralelo, apenas conozco a los alumnos. Todavía entro en un aula y encuentro niños que vienen a hablarme y no soy capaz de poner nombre a su carita. En la clase de 4 años B es donde más tiempo paso, porque la tutora también da inglés a otros grupos y soy yo la que la sustituye. Aún así hay niños de los que no podría decir nada, porque no me ha dado tiempo a fijarme en ellos.
Es lo que me pasaba con W., hasta el viernes.
La profe estuvo mala y me pasé casi toda la mañana con ellos. En un momento descubrí la cara de W y la asocié a su nombre. Entonces me percaté de que era un niño tímido y callado, me miraba de medio lado, aunque estaba más atento a mí que yo a él.
Al volver del recreo estuvimos todos hablando acerca de un incidente entre L y J. En un momento concreto W levantó su mano para hablar. Nadie entendió lo que dijo.
Le pregunté a J, que estaba sentado a su lado:
"¿Tú le entiendes?"
"No"
W volvió a repetir su frase.
"Dice que escucha", sentenció J. W negó con la cabeza, no era eso.
"Que está pocha", aventuró otra niña. Tampoco.
Llevada por mi impaciencia, y convencida de que no le iba a entender (quizá fuera una expresión sudamericana), le acaricié la cabeza y retomé el curso de la clase.
Pero W no se dio por vencido. Un poco después, cuando se pusieron a jugar con plastilina y me vio libre, me llamó para que me acercara. Volvió a repetir su frase punto por punto, y yo seguía igual. Pero J, atento y espabilado él, vio la luz.
"Dice que su mamá le ha comprado un coche".
"Ah, ¿mamá te ha comprado un coche?", repetí vocalizando claramente. W por fin asintió.
"Por fin te hemos entendido, W, di coche, coooche".
"Yo sí le entiendo", dijo J, visiblemente satisfecho.
"Tú será mi traductor". Acaricié el pelo a los dos y me aparté de la mesa.
Por la noche me acordé de W, y me di cuenta de que ya había entrado en mi corazón (Pues J, ya estaba en él desde principio de curso), me maravilló ese tesón por ser escuchado, aunque no tuviera nada que ver con lo que en ese momento estábamos hablando, se acordaba de su madre, de su coche y quería compartirlo con la persona que en ese momento era referencia para él. Me di cuenta una vez más el milagro que es cada uno de los niños.
Luego pensé en lo necia que fui: aquella escena tan bonita la estropeë procurando que W repitiera coche, y es que a una le cuesta quitarse de encima los lastres de la vieja escuela.

domingo, 9 de octubre de 2011

ES LO QUE TIENE SER POBRES

El otro día me vino la jefa de estudios.
"Ha llegado una actividad del museo Thyssen para infantil. ¿Por qué no lo valoráis?"
La actividad prometía ser interesante. Eran unos talleres para realizar en torno a unos cuadros del museo. Para el primer trimestre. "Estaría genial ir, pensé, estos niños apenas hacen actividades extraescolares y algo relacionado con el arte puede ser una actividad muy enriquecedora".
Las condiciones eran: 60 euros por grupo y sólo un grupo de 25 niños por día.
Lo hablé con mis compañeras: 60 euros suponía casi 3 por niño y había que sumarle el autobús. Debido a la crisis el ayuntamiento ya no concede autobuses gratuítos en el primer trimestre. Un autobús de 35 plazas nos cuesta 130 euros, es decir, que si van 25 niños(que nunca van todos) se nos queda en 7,60 euros por niño.
"No lo van a poder pagar. No podemos ir."
"¿Y si les pedimos al museo que atiendan a dos grupos juntos, para abaratar el transporte?"
"No lo hacen, ya lo explicitan en la carta."
"¿Y si les pedimos dos grupos, uno detrás de otro. No me importa esperar con mis niños en el patio o ir viendo cuadros mientras...?"
"Pues así nos saldría a unos 5,60 euros, con el autobús de 55 plazas."
"Sería pedirles un gran esfuerzo."
"Y muchos seguirían sin venir y nos saldría más caro otra vez."
"Prefiero echar los restos en la granja, chicas, no sé cómo lo veis."
"Pues sí, yo también.."
"Y yo."
"Y yo."
Así que no vamos al museo, veremos si podemos ir a la granja.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Y VUELVO A LA ACCIÓN


Tenía muchas ganas de empezar. En mi cole ha cambiado el equipo de Infantil, y creo que este año voy a disfrutar mucho más, porque la mayoría tienen una forma de entender la educación parecida a la mía. Así que me he incorporado con energías renovadas y sin las presiones que tuve en el pasado.
Mi Chiquitina (en adelante Golosina, bautizada por su hermano), se queda con Papitochulo (bautizado por mí, que no se entere, je, je), su papá. Y aunque cuando llego se me lanza a la teta, yo sé que pasa bien la mañana. Es la guardería más cara y también la de mejor calidad. Se queda con su padre y nos cuesta su sueldo entero, pero es la mejor inversión que estamos haciendo. Los cuatro salimos ganando.

Como llevo año y medio sin trabajar con mis chicos, que ahora son unos mayores de cinco años, este curso los ha cogido una compañera. Yo realizo el apoyo y la coordinación de ciclo, por lo que me parece que voy a aprender bastante, pues pasaré por las clases de todas.

Y este año hemos empezado con guerra. Nuestra querida presidenta ha decidido dar un nuevo mazazo a la escuela pública, que ya está bien, que qué nos creemos el pueblo, ¿con derecho a calidad de vida? Pues no, que los ricos no pueden dejar de comer pasteles, así que nos van a quitar el pan a nosotros.
Mañana sigo, que me caliento.

domingo, 22 de mayo de 2011

¡DEMOCRACIA REAL YA! (y también desde las aulas)

En una ocasión escuché a una profesora de mi cole echarles la bronca a unos alumnos de quinto que habían hecho una trastada. Antes de irse soltó una frase lapidaria: "Al cole no se viene a hacer lo que nos da la gana, sino lo que nos mandan". Y digo yo, ni lo uno ni lo otro ¿no?.
El colegio es la mejor escuela de obediencia y pasividad. En esta escuela actual los alumnos aprenden a:
- Obedecer, pues el desobediente es humillado y excluído, y eso es difícil de soportar por un niño.
- No pensar, pues se les exige que repitan como loros unos contenidos fuera de su interés, significado y que caducan enseguida.
- A no elaborar estrategias para resolver problemas, pues hasta las matemáticas se enseñan desde la pasividad.
- A competir, pues no hay recursos para todos y se los llevan los más obedientes.
- A no convivir, pues se pasan la mañana sentados mirando la nuca del de delante, no se les permite tener una conversación con el de al lado, los conflictos se resuelven de manera autoritaria y con castigos.
- A ser agresivos, pues son humillados en público y no se les permite moverse y liberar tensiones.
- A hacer horas extras, con los dichosos deberes.
- A que cuanto más tiempo se pasa trabajando (realizando tareas escolares que no sirven para nada) más valorados son.

Todo ésto hace ciudadanos sumisos, que no piensan, que ante las dificultades se repliegan, que repiten las consignas que los medios y los gobernantes dicen. Ciudadanos que ni saben ejercer la democracia ni creen poder ejercerla ¿Hay mejores exclavos?
Pero si con esta escuela tan terrible que tenemos, aún hay ciudadanos capaces de pensar, organizarse, reivindicar, poner en jaque al gobierno, y todo esto de manera pacífica y respetuosa ¿qué no lograríamos si la escuela fuera realmente democrática?
http://tomalaplaza.net/

miércoles, 13 de abril de 2011

MARAVILLAS DEL CARRITO

Casi siempre llevo a Mi Chiquitina encima con fular o mochila.
Me gusta ser una mamá canguro. Estamos muy a gusto la una junto a la otra, ella está más tranquila y yo también. Además es mucho más cómodo que el carro para escaleras, transporte, aglomeraciones,... me siento más libre.
De vez en cuando escucho algún comentario bienintencionado de mi entorno haciendo alusión a mi espalda y mi cansancio. Es cierto, a veces estoy un poco más cansada y decido sacar el carro, pero en cuanto recupero las energías vuelvo a la mochila, es como una necesidad.
El otro día me fui a comprar unos zapatos y fuimos con el carro, porque si no sería imposible probármelos.
Y entonces me sentí como se deben sentir las personas con sillas de ruedas o limitaciones de movilidad.
Salgo del centro comercial y me dirijo a la parada del autobús. Lo pierdo por un momento, así que espero al siguiente.
Siete minutos.
Cuando llega y me dispongo a subir me dice el conductor: "¡Eh, que ya hay otro!". Así que me quedo en tierra, pues otro carro ocupa ya el espacio reservado en el autobús.
Espero al siguiente.
Siete minutos.
Cuando llega me dice el conductor con el dedo: "No. no". Otro carro. Me quedo en la parada, mientras el resto de la gente se sube.
Espero al siguiente.
Cinco o siete minutos.
Por fín subo.
Al llegar a mi destino se abren las puertas y bajan dos personas, pero un señor que estaba junto a la salida y que yo pensaba que iba a bajar me entorpece el paso. Se cierran las puertas. "¡Por favor, me puede abrir! ¡Gracias!". El conductor, para ayudar hace que baje el lateral del autobús, pero las ruedas traseras del carro se quedan atascadas bajo la plataforma y no puedo ir ni palante ni patrás. Toda agobiada. Tres hombres se bajan a ayudarme, el carro está bien atascado y lo zarandean, mi chiquitina dormida (menos mal).
Luego, cuando bajaba por la calle una ramita se mete por las ruedas, ¡aaaaargh!
Vamos, que volvemos a nuestra mochilita.

miércoles, 23 de febrero de 2011

"COSAS DE NIÑOS, COSAS DE BEBES"

Ayer íbamos Kirikú, mi Chiquitina y yo a la celebración del cumpleaños de un amigo. Durante todo el camino, Kirikú se iba quejando de lo cansado que estaba. Tanto se quejaba que acabé por irritarme: "¿Y qué quieres que haga si no puedo llevarte en brazos? ¿Nos volvemos a casa?" Dijo que no, y siguió caminando con gesto de fastidio. Esta mañana ha amanecido con fiebre, y ahora lo tengo a mi lado durmiendo.
Desde hace dos días, mi Chiquitina llora cada vez que está en brazos de su otra persona, y en cuanto la tengo yo se calla y ríe. La abuela no para de especular: "¿Tendrá caca?, ¿Estará con los dientes?". "No sé, abuela, cosas de bebés".
Con esta frase quiero decir que a veces es imposible saber por qué un niño llora o se queja, y que no merece la pena andar indagando, si con un poco de comprensión se calma.
Muchas veces los niños tienen conductas que nos molestan, y como no saben explicarse (a veces ni ellos mismos saben por qué lo hacen) nos enfadamos con ellos.
Kirikú se estaba poniendo malo, y si yo lo hubiera sabido habría tenido más paciencia.
Hoy he pensado que tendría que haber sido más amable con él desde el principio. Si tenemos claro y asumimos que los niños tienen siempre un motivo para hacer lo que hacen trataríamos los conflictos de otra manera.
En una ocasión, estando yo de profesora de apoyo, había una niña en la clase de tres años que tenía muchas rabietas. La profesora se enfadaba mucho con ella y la castigaba cada dos por tres. Finalmente tuvo una tutoría con los padres para hablar del tema, y se enteró de que el padre se estaba muriendo de cáncer.
"¿Por qué no me lo habían dicho?", me comentó la maestra, "Si me lo hubieran contado habría comprendido mejor a la niña".
Yo aprendí la lección en piel ajena, y me dije que no hay que esperar a tener información para comprender a los niños. Siempre tienen sus motivos.

miércoles, 16 de febrero de 2011

KIRIKU Y LA MONTAÑA II (o cómo la escuela interviene en los aprendizajes escolares)

La actividad de escalar aporta mucho al desarrollo de los niños: coordinación de movimientos, coordinación sensorial, equilibrio, percepción de la realidad desde diferentes ángulos, planificación de la propia actuación,... Pero el sistema escolar no parece haberse percatado de ello (afortunadamente), porque si lo hubiera hecho habría intervenido. Y los resultados bien podrían haber sido los siguientes:
  1. Como la escalada forma parte esencial del desarrollo de los niños, aparece en el currículo oficial como objetivo general a conseguir al acabar la etapa educativa. Por tanto, el centro escolar lo establece en su proyecto, y así, en la programación para el grupo de cuatro años se especifica que se trabajará en el segundo trimestre, evaluando si al finalizar éste los niños son capaces o no de escalar una pendiente no muy empinada pero de al menos cinco metros de longitud.
  2. Cuando comienza la Unidad Didáctica Mi calle (muy adecuado para hacerlo de forma globalizada), la maestra sale con los niños y van a la pendiente de la que hablábamos anteriormente. Primero les muestra cómo hacerlo con palabras y después con una demostración práctica (por supuesto no se cae, le machacaron mucho a ella la escalada en el colegio de curas al que fue de pequeña). Después les dice a los niños que la imiten, Algunos arremeten la subida entusiasmados, otros dudan, y esperan la aceptación de la seño, que los va corrigiendo o ayudando. Y dos o tres (entre ellos mi Kirikú) se muestran bastante reticentes a hacerlo, bien por miedo, bien porque se sienten torpes, bien porque les atrae más la comunidad de hormigas que hay allí abajo.
  3. La profe les insiste, y si se hacen los remolones los amenaza sin recreo. La estrategia funciona con alguno, pero Kirikú da dos pasitos y se hace el sueco.
  4. Al finalizar la Unidad Didáctica Kirikú tiene un no progresa en el informe de evaluación. Y los que no habían conseguido subir solos hasta la cima un necesita mejorar. Se aplicarán refuerzos, apoyos, hablarán con las familias, preocupándolas. Éstas pensarán que sus hijos son vagos o tontos, y que no podrán ser ingenieros de caminos. Practicarán con los niños en el parque todos los días, enfadándose porque ellos preferirán jugar a los coches con Espiderman, (que por cierto, sí ha cumplido) en vez de trabajar.
  5. Quizá consigan escalar solos hasta arriba, pero estos niños no sólo van a odiar la escalada para el resto de sus vidas, sino que nunca van a lograr hacerlo con soltura, pues sentirán que no lo hacen tal y como la profe y su mamá querían.
Por supuesto esto no ocurre con la escalada, pero sí con el lenguaje, las matemáticas, el inglés, la lectoescritura,... y es que, por motivos que desconozco, las competencias psicomotrices nunca han tenido mucha importancia en la escuela. Afortunadamente para Kirikú.