sábado, 21 de abril de 2012

UNA DECISIÓN MÁS QUE COMPRENSIBLE

Queremos cambiar a Kirikú de cole.
No sabemos si será posible, ya que para el nivel que va a cursar no ha salido ninguna plaza disponible, todo quedará pendiente de si liberan alguna o de si las amenazas del gobierno se cumplen para el próximo curso y aumentan la ratio.
 El gran problema es que el colegio en cuestión está bastante lejos de nuestra casa, habría que ir en tren y nos llevaría más de media hora de viaje. Supongo que cambiar a Kirikú de ambiente, hacer que abandone a sus amigos y tenga que hacer amigos nuevos, y la paliza que supone un viaje diario de ida y otro de vuelta son inconvenientes insalvables cuando un@ está satisfech@ con la educación que su hijo está teniendo. Y por eso mismo, porque mucha gente no comprende que no estemos satisfechos, han expresado su parecer en contra.
Y es que muy pocas personas sienten que tener a los niños y las niñas cinco horas al día sentados en sillas y mirando al frente les hace sufrir.
Muy poca gente entiende que hacer que unas criaturas de cinco, seis, ... doce años memoricen datos y datos sin sentido (muchos de ellos en inglés), sin poder descubrir el placer de investigar y de interesarse por algo libremente es desaprender.
Casi nadie parece comprender que hacer "lo que me mandan", en vez de pensar por mí mism@ y dialogar con mis iguales las reglas que rigen nuestra convivencia, crea personas dependientes, sumisas y sin capacidad de adaptarse de verdad a los demás.
Y casi todos dicen que soy una exagerada cuando digo que los niños y niñas en nuestro sistema educativo están perdiendo las grandes posibilidades de desarrollo y aprendizaje que ofrece la infancia. Y suelo escuchar:
 "todos vivimos esa educación y aquí estamos, no nos pasó nada malo".
Yo fui buena estudiante. Sacaba buenas notas y nunca daba problemas en clase. Aunque no me gustaba estudiar, tenía la capacidad de escuchar y comprender en el aula y luego defenderme en un examen.
Ahora echo la vista atrás y veo todo lo que me perdí: me sesgaron la creatividad, me hicieron insegura, no me enseñaron a buscar información, contrastarla, manejarla... Y creo que tuve suerte, por lo menos yo encontré la profesión que me gustaba; pero esos años atrás yo sufrí por culpa del colegio.
Y Kirikú ya está sufriendo. Quiere cambiar.
El cole al que queremos ir no sabe de notas ni de exámenes. No tienen libros de texto mas que para uso colectivo. Respetan el ritmo de los alumnos, procuran motivarlos de verdad, no imponen castigos, los niños dan cuenta de sus actos ante sus propios compañeros,...
Sabemos que no será ninguna panacea, ya que el sistema educativo tiene algo de obligatorio que a Kirikú no le va. Pero creemos que estará mejor, más respetado, más motivado. Y si además, su amiga de toda la vida (y futura esposa) también consigue cambiarse iremos todos juntos en el tren.
Quizá nos equivoquemos.
Pero vamos a intentarlo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

UN HECHO ESCOLAR

Son casi las diez. La asamblea, en la que tan solo habla la profe, lleva tres cuartos de hora funcionando, y los niños apenas se mueven de su sitio. Algo que parece un milagro, teniendo en cuenta que sólo tienen tres años. A. tiene un juguete pequeño en la mano. No se ve bien lo que es, pero lo manipula en silencio esperando a que termine la asamblea. De pronto, sin dejar de hablar del otoño, la maestra se levanta y le quita el juguete a A., se vuelve a sentar y continúa su charla. A. está compungido, el juguete debe ser importante para él, porque se tapa la cara para reprimir el llanto. La maestra vuelve a levantarse y le coge de la mano. "Ven aquí", le dice, "si no sabes comportarte como un mayor, te vas a tu sitio a sentarte". A. se resiste, no quiere que le separen del grupo y le sienten a él solo en una silla. "Es el momento de aprender, no de jugar", dice la profesora. A. insiste, quiere quedarse con todos en la alfombra. La maestra vuelve a su silla y continúa diez minutos más con la asamblea.
A. no sólo reprime el llanto, también el gesto de desdicha.

A menudo siento dolor por los niños que están en los colegios.
Y a menudo siento vergüenza, ya no sólo por la falta de formación que tenemos los maestros, que no sabemos realmente cómo funciona un niño, ni lo que necesita para desarrollarse; sino también las actitudes autoritarias y sin sentido, que hacen mucho daño a estas pequeñas criaturas, que son nuestro futuro.

domingo, 6 de noviembre de 2011

COMENZAMOS CON LOS DEBERES

A Kirikú aún le queda un año para pasar a Primaria, y ya nos han mandado un trabajo para casa, algo relacionado con las letras, porque su cole, para no dejar de parecerse a los otros colegios, tiene especial obsesión con la lectoescritura.
"¿Tú quieres hacerlo?", le pregunté. "Sí", me contestó.
Bueno, si quiere hacerlo, tampoco me voy a oponer, y puede ser bonito trabajar juntos.
El caso es que a Kirikú le gusta mucho dibujar y escribir. Dibuja unas historias llenas de monstruos, dinosaurios, naves espaciales en las que viajamos Papichulo, Golosina, él y yo. Luego, con gran esfuerzo e interés por su parte, escribe el título del dibujo, o lo que a él le parece a bien escribir.
Sin embargo, este trabajo de las letras es algo parecido, pero mucho más limitador. No puede dibujar lo que su mente en ese momento maquina, tiene que dibujar algo que empiece por la letra que a la profe le ha dado la gana. No puede escribir la frase que desee (y seguramente más complicada), sino que tiene que escribir palabras que contengan dicha letra...
Kirikú afrontó la tarea con una ilusión inicial que poco a poco se fue apagando; de hecho tuve que insistirle en un par de ocasiones, hasta que un día le dije:
"Mira, si no quieres hacerlo, lo dejamos y hablo con tu profe".
"No, no"
"¿Qué pasa si no lo haces?"
"Me castiga"
"¿Estás seguro?"
Me entristeció mucho constatar que mi hijo en el cole trabaja por obligación y no por vocación, como hace en casa. Al trabajar así se pierden grandes oportunidades de aprendizaje real y satisfactorio para los niños.
En su colegio hacen cosas muy bonitas y estoy segura de que muchas de ellas Kirikú las disfruta; pero según va subiendo de curso, estas cosas van desapareciendo, y sé que cada vez irá trabajando más por obligación.
¿Y qué pasará cuando me plante ante su profe y le diga "oye, que Kirikú no va a hacer los deberes"? Posiblemente él mismo no me permita hacerlo, por no vivir la tensión que yo misma vivo: la contradicción entre lo que piensas y eres, con lo que se vive en el colegio.

sábado, 29 de octubre de 2011

TÚ SERÁS MI TRADUCTOR

Como este curso estoy de apoyo paso por todas las clases, y exceptuando el que fue mi grupo y algunos niños del grupo paralelo, apenas conozco a los alumnos. Todavía entro en un aula y encuentro niños que vienen a hablarme y no soy capaz de poner nombre a su carita. En la clase de 4 años B es donde más tiempo paso, porque la tutora también da inglés a otros grupos y soy yo la que la sustituye. Aún así hay niños de los que no podría decir nada, porque no me ha dado tiempo a fijarme en ellos.
Es lo que me pasaba con W., hasta el viernes.
La profe estuvo mala y me pasé casi toda la mañana con ellos. En un momento descubrí la cara de W y la asocié a su nombre. Entonces me percaté de que era un niño tímido y callado, me miraba de medio lado, aunque estaba más atento a mí que yo a él.
Al volver del recreo estuvimos todos hablando acerca de un incidente entre L y J. En un momento concreto W levantó su mano para hablar. Nadie entendió lo que dijo.
Le pregunté a J, que estaba sentado a su lado:
"¿Tú le entiendes?"
"No"
W volvió a repetir su frase.
"Dice que escucha", sentenció J. W negó con la cabeza, no era eso.
"Que está pocha", aventuró otra niña. Tampoco.
Llevada por mi impaciencia, y convencida de que no le iba a entender (quizá fuera una expresión sudamericana), le acaricié la cabeza y retomé el curso de la clase.
Pero W no se dio por vencido. Un poco después, cuando se pusieron a jugar con plastilina y me vio libre, me llamó para que me acercara. Volvió a repetir su frase punto por punto, y yo seguía igual. Pero J, atento y espabilado él, vio la luz.
"Dice que su mamá le ha comprado un coche".
"Ah, ¿mamá te ha comprado un coche?", repetí vocalizando claramente. W por fin asintió.
"Por fin te hemos entendido, W, di coche, coooche".
"Yo sí le entiendo", dijo J, visiblemente satisfecho.
"Tú será mi traductor". Acaricié el pelo a los dos y me aparté de la mesa.
Por la noche me acordé de W, y me di cuenta de que ya había entrado en mi corazón (Pues J, ya estaba en él desde principio de curso), me maravilló ese tesón por ser escuchado, aunque no tuviera nada que ver con lo que en ese momento estábamos hablando, se acordaba de su madre, de su coche y quería compartirlo con la persona que en ese momento era referencia para él. Me di cuenta una vez más el milagro que es cada uno de los niños.
Luego pensé en lo necia que fui: aquella escena tan bonita la estropeë procurando que W repitiera coche, y es que a una le cuesta quitarse de encima los lastres de la vieja escuela.

domingo, 9 de octubre de 2011

ES LO QUE TIENE SER POBRES

El otro día me vino la jefa de estudios.
"Ha llegado una actividad del museo Thyssen para infantil. ¿Por qué no lo valoráis?"
La actividad prometía ser interesante. Eran unos talleres para realizar en torno a unos cuadros del museo. Para el primer trimestre. "Estaría genial ir, pensé, estos niños apenas hacen actividades extraescolares y algo relacionado con el arte puede ser una actividad muy enriquecedora".
Las condiciones eran: 60 euros por grupo y sólo un grupo de 25 niños por día.
Lo hablé con mis compañeras: 60 euros suponía casi 3 por niño y había que sumarle el autobús. Debido a la crisis el ayuntamiento ya no concede autobuses gratuítos en el primer trimestre. Un autobús de 35 plazas nos cuesta 130 euros, es decir, que si van 25 niños(que nunca van todos) se nos queda en 7,60 euros por niño.
"No lo van a poder pagar. No podemos ir."
"¿Y si les pedimos al museo que atiendan a dos grupos juntos, para abaratar el transporte?"
"No lo hacen, ya lo explicitan en la carta."
"¿Y si les pedimos dos grupos, uno detrás de otro. No me importa esperar con mis niños en el patio o ir viendo cuadros mientras...?"
"Pues así nos saldría a unos 5,60 euros, con el autobús de 55 plazas."
"Sería pedirles un gran esfuerzo."
"Y muchos seguirían sin venir y nos saldría más caro otra vez."
"Prefiero echar los restos en la granja, chicas, no sé cómo lo veis."
"Pues sí, yo también.."
"Y yo."
"Y yo."
Así que no vamos al museo, veremos si podemos ir a la granja.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Y VUELVO A LA ACCIÓN


Tenía muchas ganas de empezar. En mi cole ha cambiado el equipo de Infantil, y creo que este año voy a disfrutar mucho más, porque la mayoría tienen una forma de entender la educación parecida a la mía. Así que me he incorporado con energías renovadas y sin las presiones que tuve en el pasado.
Mi Chiquitina (en adelante Golosina, bautizada por su hermano), se queda con Papitochulo (bautizado por mí, que no se entere, je, je), su papá. Y aunque cuando llego se me lanza a la teta, yo sé que pasa bien la mañana. Es la guardería más cara y también la de mejor calidad. Se queda con su padre y nos cuesta su sueldo entero, pero es la mejor inversión que estamos haciendo. Los cuatro salimos ganando.

Como llevo año y medio sin trabajar con mis chicos, que ahora son unos mayores de cinco años, este curso los ha cogido una compañera. Yo realizo el apoyo y la coordinación de ciclo, por lo que me parece que voy a aprender bastante, pues pasaré por las clases de todas.

Y este año hemos empezado con guerra. Nuestra querida presidenta ha decidido dar un nuevo mazazo a la escuela pública, que ya está bien, que qué nos creemos el pueblo, ¿con derecho a calidad de vida? Pues no, que los ricos no pueden dejar de comer pasteles, así que nos van a quitar el pan a nosotros.
Mañana sigo, que me caliento.

domingo, 22 de mayo de 2011

¡DEMOCRACIA REAL YA! (y también desde las aulas)

En una ocasión escuché a una profesora de mi cole echarles la bronca a unos alumnos de quinto que habían hecho una trastada. Antes de irse soltó una frase lapidaria: "Al cole no se viene a hacer lo que nos da la gana, sino lo que nos mandan". Y digo yo, ni lo uno ni lo otro ¿no?.
El colegio es la mejor escuela de obediencia y pasividad. En esta escuela actual los alumnos aprenden a:
- Obedecer, pues el desobediente es humillado y excluído, y eso es difícil de soportar por un niño.
- No pensar, pues se les exige que repitan como loros unos contenidos fuera de su interés, significado y que caducan enseguida.
- A no elaborar estrategias para resolver problemas, pues hasta las matemáticas se enseñan desde la pasividad.
- A competir, pues no hay recursos para todos y se los llevan los más obedientes.
- A no convivir, pues se pasan la mañana sentados mirando la nuca del de delante, no se les permite tener una conversación con el de al lado, los conflictos se resuelven de manera autoritaria y con castigos.
- A ser agresivos, pues son humillados en público y no se les permite moverse y liberar tensiones.
- A hacer horas extras, con los dichosos deberes.
- A que cuanto más tiempo se pasa trabajando (realizando tareas escolares que no sirven para nada) más valorados son.

Todo ésto hace ciudadanos sumisos, que no piensan, que ante las dificultades se repliegan, que repiten las consignas que los medios y los gobernantes dicen. Ciudadanos que ni saben ejercer la democracia ni creen poder ejercerla ¿Hay mejores exclavos?
Pero si con esta escuela tan terrible que tenemos, aún hay ciudadanos capaces de pensar, organizarse, reivindicar, poner en jaque al gobierno, y todo esto de manera pacífica y respetuosa ¿qué no lograríamos si la escuela fuera realmente democrática?
http://tomalaplaza.net/